viernes, 25 de octubre de 2013

La moda que nace de la cultura. Inspiraciones.

   Para el primer post,he pensado que la mejor forma de presentarme es analizar un look que defina cómo entiendo la moda. Decidir quién me inspira tanto como para dedicar un texto a su estilo parecía fácil, pero no lo ha sido.

Por mi mente han pasado desde la imprescindible y omnipresente Audrey Hepburn en la no menos conocida "Desayuno con diamantes" hasta la odiada Kerry Washington desde que Tarantino y "Scandal" le echaron el ojo. Incluso he recordado mi cuadro favorito, "La noche estrellada" de Van Gogh, como referente estilístico. ¿Por qué no iba a servir como un punto de partida? Ese juego de colores y formas, el arte de convertir pegotes de pintura en una imagen para la eternidad... Justo como los grandes diseñadores, así trabajan los pintores. También se me han pasado por la cabeza mis flores favoritas, las rosas blancas, señal de pureza y elegancia, como la que tiene Marion Cotillard cuando la viste Dior. No crean que solo con ponerse el modelito ideal ya se convierte en diva, el streetstyle (vamos, el verdadero estilo) de la actriz francesa no es mejor que el de mi vecina de arriba, pero el glamour que desprende cuando se enfunda una de las joyas que le presta la maison… ¡Ay! (suspiro, suspiro).



Cuando pienso en por qué me interesa la moda no recuerdo el color tendencia del otoño. Tampoco si lo que se lleva es el tejido neopreno o si las tachuelas pasaron a mejor vida (hasta dentro de una década, que volverán). Recuerdo mi primera visita al Museo del Traje, la forma en que  mi abuela enhebra las agujas y los disfraces que juntas –cuando yo era pequeña- diseñábamos y a los que ella daba vida, y también pienso en la caligrafía de David Delfín. Muchas veces, estos recuerdos mezclan disciplinas artísticas: “Dos en la carretera”, Audrey y unas gafas de sol blancas; Los tutús de Rodarte en “Cisne negro”, la arrebatadora personalidad que desprendía el vestuario de Carrie Bradshaw y el de Serena Van der Woodsen, la valentía de Coco Chanel para marcar un antes y un después en la Historia de la Moda…

Y entonces, tras días dándole vueltas a quién merecía este pequeño homenaje, me decidí. Solo ella. Tan loca como cuerda, sentimiento puro. Frida, artista inmortal. El libro de Gerard de Cortanze y el reportaje que tuve la suerte de escribir sobre la exposición que realizaron en su casa-museo sirvieron para convencerme de que la mexicana encontró en la moda su aliada perfecta.

Su gran acierto fue que supo esconder un físico poco agraciado, que no evitó que fuera toda una rompecorazones, primero bajo pantalones y después bajo faldas y vestidos regionales. La poliomielitis, el accidente de tráfico y las más de treinta operaciones convirtieron a la pintora en  una luchadora por la vida. Sus etapas en la cama, encerrada en corsés y en sillas de ruedas definieron su forma de ser y su armario. Al principio de su juventud podemos verla vestida de hombre, y a finales de su vida no imaginaba su ser sin la feminidad de las joyas, las flores, las faldas,el maquillaje y los vestidos. Cuando la moda europea comenzó a instaurarse en su país natal, ella, contracorriente, decidió apostar por las ropas prehispánicas con las que ha quedado para siempre en nuestra memoria. Con ello conseguía ser el centro de atención. Tras una visita a París con motivo de una exposición escribió una carta a su marido y amante perpetuo Diego Rivera en la que le decía "en todas las reuniones a las que asisto y en cualquier parte que estoy, el centro de atención soy yo: con mis hermosos trajes bordados de los indígenas, con mis tocados de flores e inválida". 


Imagen de 1926, Frida en el centro vestida de hombre con miembros de su familia

Cuando la moda europea comenzó a instaurarse en su país natal, ella, contracorriente, decidió apostar por las ropas prehispánicas con las que ha quedado para siempre en nuestra memoria. Con ello conseguía ser el centro de atención. Tras una visita a París con motivo de una exposición escribió una carta a su marido y amante perpetuo Diego Rivera en la que le decía en todas las reuniones a las que asisto y en cualquier parte que estoy, el centro de atención soy yo: con mis hermosos trajes bordados de los indígenas, con mis tocados de flores e inválida". 


Portada de Vogue París en 1939, número dedicado a mujeres especiales de América Latina

Frida construyó su identidad y su imagen. Para ello llegó a diseñar y modificar las prendas, muchas encargadas a medida y al extranjero –en sus épocas más boyantes-. Su vestido de tehuana, el traje tradicional de las mujeres del Istmo de Tehuantepec, es el más característicoLa moda se enamoró de Frida y Frida de la moda. Por eso en 1939, Vogue París supo encontrar en ella algo especial, una de esas personas que cambiaría el rumbo de las tendencias para siempre. Elsa Schiaparelli diseñó un vestido inspirado en ella y la siguieron Jean Paul Gaultier y Ricardo Tisci, entre muchos otros. No creo que Frida pensara más de la cuenta a la hora de vestirse cada mañana, la naturalidad con la que enamoraba a todo el que se cruzaba (desde Leon Trotsky a Chavela Vargas) se desprende en sus fotografías. No fue Alaska la primera que gritó aquello de “A quién le importa”, ya lo hacían las cejas de Frida en los años 30, 40 y 50. Que no crean las más jóvenes que eso ha sido cosa de la nueva it girl-estoyportodaspartes-soyunamalota, Cara Delevigne.


Frida, sin pensarlo, consiguió un look que pasaría a la historia como uno de los más icónicos de la historia reciente. Su obra pictórica, basada principalmente en autorretratos, dio el golpe final a esta fridamanía de los seguidores de la cultura pop. Comienza por su arte, pasa por su aspecto y termina con una personalidad llena de conflictos y contradicciones dramáticamente interesantes. Era tan enigmática que sus secretos valen más por secretos que por descubrimientos. La imaginación de lo que pudo ser es, casi siempre, mucho más seductora. Y ¿por qué Frida? Porque qué es la moda si no un reflejo de un tiempo, de una sociedad, de  una personalidad. Y puestos a escoger un personaje inabarcable, ella, en su imperfección, es perfecta.

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